LA PAZ / MADRID, 18 de febrero 2016 (LatinReporters.com) - El amerindio de izquierda Evo Morales, presidente de Bolivia desde hace diez años, somete el 21 de febrero a un referéndum arriesgado una revisión del artículo 168 de la Constitución que favorecería su eventual continuidad en el poder hasta enero de 2025.
Escrutinio arriesgado, pues tributario del desgaste natural del poder, de un declive aparente de la izquierda en América del Sur, de escándalos de corrupción (reales o fabricados con fines de desestabilización) y de la caída de los precios del gas boliviano, dependientes de los precios internacionales del petróleo bruto. El último sondeo autorizado pronostica la victoria del no.
Sometida a 6,5 millones de electores, de una población total de 10,4 millones de bolivianos, la revisión del artículo 168 haría pasar de dos a tres los mandatos presidenciales consecutivos autorizados por la Carta Magna de 2009. Un triunfo del sí autorizaría a Evo Morales a optar de nuevo a la presidencia a finales de 2019 con la esperanza de conservarla cinco años más.
Tras su victoria en la elección presidencial de octubre de 2014, el jefe del Estado ha entablado ya de hecho un tercer mandato consecutivo en enero de 2015. Pero la justicia ha permitido que su primera investidura, en enero de 2006, no sea tenida en cuenta por la Constitución de 2009, la cual instauró una nueva Bolivia, la del “Estado unitario social de derecho plurinacional comunitario”.
En resumen, Evo Morales, recordman actual de longevidad presidencial en el continente americano, no querría cerrar hasta 2025, año del bicentenario de la independencia, un ciclo de poder que totalizaría entonces 19 años. Y ello durante no tres, sino en cuatro mandatos.
Pero haría falta que las urnas no cesen de sonreirle. Ahora bien, el voto del 21 de febrero “es el mayor riesgo para Morales pues esta vez no se enfrenta a la oposición boliviana débil y atomizada, sino a sí mismo”, estima la analista Lorena Cantó.
Desgaste natural de largos ciclos de poder
El balance económico y social de Evo Morales es globalmente positivo. Incluso el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, aunque poco apreciados en La Paz, han saludado una gestión coronada por un crecimiento medio anual de más del 5%, una deuda exterior de apenas un 35% del PIB y una reducción de la extrema pobreza de 38,2% al 17 % de la población.
Ello no impide que el primer presidente amerindio de Bolivia debe superar, en primer lugar, el desgaste natural de su poder, acentuado por la ambición de perpetuarse. Como otros países de América Latina, ¿Bolivia se dirige hacia la alternancia después de diez años de poder del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido de Evo Morales?
En Argentina, el conservador Mauricio Macri puso fin el pasado noviembre a 12 años de presidencia kirchnerista. En Venezuela, la oposición conquistó en diciembre el Parlamento, en manos del chavismo desde hace 16 años. Y en Brasil, el poder del Partido de los Trabajadores (PT) esta vacilante después de 13 años de reinado presidencial.
Estos largos ciclos de poder de la izquierda suramericana corresponden aproximadamente a la aparición de una nueva generación de electores que no han conocido otro poder que el vigente desde su llegada a la llamada edad de la razón. Ello favorece una alternancia.
Uno estaría así tentado en comparar, al menos en democracia, los ciclos de poder de izquierda, de centro o de derecha a ciclos vitales, por consiguiente fisiológicamente limitados y llamados a sucederse en alternancia indefinida.
Escándalos reales o presuntos de corrupción
Dos escándalos de corrupción complican también la victoria de Evo Morales en el referéndum del 21 de febrero.
Más de veinte mandatarios y elegidos del MAS presidencial están implicados en el del Fondo Indígena. Esta institución ha otorgado, para el desarrollo de comunidades autóctonas, ayudas millonarias a cientos de proyectos de los que alrededor de 200 no han sido nunca concretizados. El “agujero” ha sido evaluado en 14,6 millones de dólares.
El escándalo de los contratos concluidos por el gobierno con la empresa china CAMC Engineering (Camce), por un total de 566 millones de dólares, parece más grave por sus repercusiones electorales, pues ha puesto en cuestión muy personalmente a Evo Morales en pleno final de campaña del reférendum.
A comienzos de febrero, el periodista Carlos Valverde mostraba en la televisión el certificado de nacimiento de un niño nacido de la relación de Evo Morales con Gabriela Zapata, gerente comercial de Camce en Bolivia desde 2013.
El presidente boliviano ha reconocido esta relación, que circunscribió al período 2005-2007. Afirmó no haber tenido desde entonces vínculos con Gabriela, adolescente en esa época y hoy con 28 años. El niño nació y murió el mismo año de su separación.
Pero las redes sociales y la prensa boliviana no cesan de publicar en los últimos días una foto de Evo Morales rodeando con su brazo a Gabriela Zapata en el carnaval de 2015. El jefe del Estado niega haber mentido sobre el fin de su relación, explicando no haber reconocido a la persona, que, como tantas otras, se hizo entonces fotografiar a su lado.
Epílogo provisional: el 16 de febrero fue constituida una comisión parlamentaria para verificar si los contratos concluidos con la Camce están manchados o no con tráfico de influencias.
Evo Morales acusa a Estados Unidos de “guerra sucia”
El presidente boliviano ha dicho contemplar la expulsión del encargado de negocios de Estados Unidos, Peter Brennan, acusándole de haber fabricado esta “guerra sucia”, como le hace sospechar su reunión con el periodista Carlos Valverde antes de que este último revelara la relación de Evo Morales con Gabriela Zapata.
Según el gobierno de La Paz, Washington buscaría minar la credibilidad de la izquierda gubernamental y dañar a los inversionistas chinos en Bolivia y en el resto de América Latina.
Finalmente, último obstáculo para una victoria de Evo Morales en el referéndum constitucional del 21 de febrero, su política social está frenada por la caída del 50% de los precios del gas, principal producto de exportación boliviano, tras el derrumbe de los precios petroleros mundiales.
En conclusión, los sondeos, generalmente muy favorables a Evo Morales antes de toda cita con las urnas, reflejaban un empate al 40% entre el sí y el no durante la mayor parte de la campaña del referéndum. Pero el último sondeo autorizado y el único en ser publicado después del estallido del escándalo de la Camce pronosticaba el 14 de febrero un 47% para el no frente a apenas un 28% para el sí, con un 25 % de los electores todavía indecisos.
A señalar que vencedor o no el 21 de febrero, el dirigente amerindio debería conservar la presidencia hasta enero de 2020. Sin embargo, una derrota reduciría notablemente su autoridad.