Madrid, 30 de enero 2017 (LatinReporters.com) – Una unión nacional superando las divisiones políticas se esboza en México contra el muro anti-inmigración y el proteccionismo del presidente estadounidense Donald Trump. Pero la indecisión de América Latina deja a México sólo frente al nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Esta soledad de México ha dominado en Punta Cana, en la República Dominicana, la V Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que reúne a todos los países de las Américas, con la notable excepción de dos estatutariamente apartados, Estados Unidos y Canadá.
Foro continental de concertación, la Celac debe en principio expresar con una sola voz las ambiciones e inquietudes de América Latina. Pero
la declaración final de la cumbre de Punta Cana, adoptada el 25 de enero, ignora el muro fronterizo entre Estados Unidos y México del que Donald Trump lanzaba el mismo día por decreto la próxima construcción, prometida durante meses de campaña electoral.
Este silencio es tanto más ruidoso ya que, en la misma declaración de Punta Cana e igual que un año antes en
la de Quito, la Celac llama a Washington a liberar a Cuba del “bloqueo” estadounidense y restituirle el enclave de Guantánamo.
El documento reclama también de nuevo la derogación del decreto del 9 de marzo de 2015 por el cual Barack Obama declaraba a Venezuela “amenaza extraordinaria e inhabitual para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos”.
Numerosos presidentes, entre ellos el mexicano Peña Nieto, ausentes de la cumbre de la Celac
Llamando a reconocer “las contribuciones de los migrantes en los países de origen y destino”, la cumbre de Punta Cana se limitó tímidamente a condenar “la criminalización de la migración irregular” y “el racismo y la xenofobia”. Trump no esta necesariamente apuntado, puesto que clausurando en Quito la cuarta cumbre, celebrada bajo la era Obama, la Celac utilizó ya la misma formulación.
Contra toda espera, la V cumbre ha omitido pues la menor referencia al muro fronterizo de Donald Trump. Incluso la representante mexicana, la vice-ministra de Asuntos Exteriores, Socorro Flores, no ha hablado de ello durante su discurso en sesión plenaria.
En Punta Cana, la Celac ha evitado también debatir sobre las decisiones de Washington de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), firmado con México y Canadá, y de retirarse del Acuerdo Transpacífico (TPP) del que México, Chile y Perú están ahora obligados a revaluar su participación.
El presidente mexicano Enrique Peña Nieto había afirmado que iría a Punta Cana a ampliar las bases comerciales y políticas de su país hoy desafiado por el gran vecino del norte. Pero brilló por su ausencia, tal vez convencido de que la solidaridad no estaba en el orden del día de una cumbre menospreciada por los presidentes de numerosos países – Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Perú, Panamá, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Uruguay, Paraguay-, la mayoría representados por ministros.
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V Cumbre de la Celac, el 24 y 25 de enero de 2017 en Punta Cana. (Foto Presidencia de la República Dominicana) |
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Jamás desde su lanzamiento, en 2011 en Caracas, tan pocos jefes de Estados participaron en una cumbre de la Celac. Ésta de Punta Cana era sin embargo la primera desde el relevo de Barack Obama por Donald Trump. Ofrecía una ocasión providencial, pero perdida, de definir una posición común frente al giro proteccionista y anti-inmigración
iniciado por el nuevo presidente de Estados Unidos.
Victoria inesperada sobre América Latina
Así, la identidad latinoamericana tan celebrada durante el nacimiento de la Celac se ha difuminado. Sin incluso haberlo buscado, Donald Trump consiguió allí una victoria inesperada que satisfará su visión dominadora. Victoria facilitada por el temor, desde el Río Grande hasta la Tierra del Fuego, a la revisión por Trump de lazos comerciales y del estatuto de inmigrantes cuyas remesas son vitales para la economía de numerosos países latinoamericanos.
Y al rechazar al día siguiente de la cumbre la imposición “al pueblo mexicano de la humillante obligación de pagar el aún más humillante muro”, el presidente saliente de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), el colombiano Ernesto Samper, se expresaba aparentemente de forma personal, sin apoyo institucional visible.
Para disimular su indecisión, o desunión, la Celac ha exhortado a la unidad de sus 33 países miembros “para enfrentar de manera coordinada […] los riesgos e incertidumbres que se ciernen sobre la economía de la región y a nivel global, entre estos la volatilidad del mercado financiero internacional y el proteccionismo”.
La unidad latinoamericana ha sido juzgada necesaria más que nunca por los presidentes Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia), Daniel Ortega (Nicaragua) y Raúl Castro (Cuba) en sus discursos en Punta Cana.
Salvador Sánchez Cerén, presidente de El Salvador, al que la República Dominicana ha transmitido la presidencia anual de la Celac, ha prometido promover “una agenda fuerte” frente a las políticas de Donald Trump.
Eso no ha impedido al ministro salvadoreño de Asuntos Exteriores, Hugo Martínez, compartir la satisfacción de diversos sectores industriales de su país tras el golpe asertado por Washington al Acuerdo Transpacífico por el que tanto apostaban México, Perú y Chile.
El presiente boliviano Evo Morales ha saludado también “el fracaso” de este acuerdo, estimando que su puesta en marcha habría destruido las exportaciones de los países no signatarios.
Desprecio a la inmigración: no solamente Trump
De otra parte, en el continente americano, Donald Trump no tiene el monopolio del desprecio a la inmigración. El gobierno boliviano reprocha “el mismo discurso xenófobo” a la ministra argentina de Seguridad, Patricia Bullrich, que ligaba el 24 de enero la inmigración peruana, paraguaya y boliviana al alza del narcotráfico en Argentina.
Y el gobierno de Caracas se escandalizó al escuchar al vice-presidente colombiano Germán Vargas Llegas declarar durante la inauguración de alojamientos sociales, que “por nada del mundo” serían admitidos allí los “venecos”, término peyorativo para designar a los venezolanos.
En el mismo Mexico, los emigrantes centroamericanos en ruta hacia el norte temen la deportación y el secuestro, mientras que la intervención del ejército en la lucha contra los cárteles de la droga ha provocado una hecatombre de 80.000 muertos en diez años.
El promotor de esta intervención polémica, el ex-presidente conservador mexicano Felipe Calderón (2006-2012), se inquieta más ahora por los derechos humanos hoy amenazados por Donald Trump. Llama a la solidaridad internacional afirmando que México encarna “la resistencia de América Latina completa frente al poderoso”.
“No es México nada más, es la globalidad entera, es la humanidad la que se juega con un autoritario [Trump] del siglo XIX o XX, y no lo logrará, tratando de irrumpir en el siglo XXI”, añade Calderón.