Quito, 16 febrero 2017 (LatinReporters.com) - Las elecciones presidenciales y legislativas del 19 de febrero en Ecuador son cruciales para la “revolución ciudadana” socialista del presidente saliente Rafael Correa, que ya no se vuelve a presentar después de diez años en el poder.
El voto de 12,8 millones de ecuatorianos llamados a las urnas permitirá además afinar el diagnóstico sobre la amplitud o los límites y el carácter duradero o no del cambio de ciclo político en América Latina.
Un giro a la derecha ha tenido lugar recientemente en Argentina (elección presidencial de noviembre de 2015), en Perú (presidencial de junio de 2016) y en Brasil (golpe institucional de agosto de 2016), sin olvidar la derrota del chavismo en las legislativas venezolanas de diciembre de 2015. Las elecciones ecuatorianas del 19 de febrero podrían ser “un punto de ruptura de esta restauración conservadora” espera Rafael Correa.
La enmienda que instaura en la Constitución ecuatoriana de 2008 la reelección de mandatarios públicos sin limitación del número de mandatos no entra en vigor hasta el próximo 24 de mayo y por tanto Rafael Correa no podía optar de nuevo al cargo supremo.
Podría hacerlo de nuevo en 2021, pero él ha rechazado esa eventualidad anunciando su preferencia por una actividad académica y su próxima instalación en Bélgica, país de su esposa Anne Malherbe, donde la Universidad católica de Lovaina fue una etapa importante de su formación económica.
Los mismos adversarios que acusaban a Rafael Correa de querer eternizarse en el poder como sus aliados bolivarianos (el difunto Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega, los hermanos Castro) pretenden hoy que ha hecho retrasar al 24 de mayo la entrada en vigor de la reelección ilimitada por miedo a una derrota este 19 de febrero. Pero, en diversas ocasiones, el presidente saliente había deseado que su “revolución ciudadana” no degenerase en “correísmo” y no sea así ligada sólo a su persona.
Éxitos y amenazas
Los diez años de poder ininterrumpido de Rafael Correa son un récord en Ecuador. Este país suramericano había visto desfilar siete jefes de Estado durante los diez años precedentes.
Además de esta estabilidad desconocida hasta entonces, Correa conserva en su activo el desarrollo substancial de las infraestructuras energéticas, de transporte y sociales, así como una limitación de la deuda exterior al 25,7 % del PIB a finales de 2016, tasa que haría soñar a numerosas economías occidentales.
Según el Banco Mundial, de 2007 a 2014 (último año de referencia), el índice de pobreza en Ecuador se redujo del 36,7 % al 22,5% y el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad de ingresos, de 0,55 a 0,47 (0 significa la igualdad perfecta y 1 la desigualdad completa).
Ello no impide que la usura natural de un poder a veces teñido de autoritarismo, especialmente hacia los medios de comunicación, y sobre todo repentinas dificultades económicas sucediendo a años de progreso espectacular del PIB han fragilizado el movimiento Alianza País de Rafael Correa. Una primera advertencia fue la victoria de diversas oposiciones en las principales ciudades ecuatorianas, incluida la capital Quito, en las municipales de febrero de 2014.
La ralentización económica mundial, marcada en una América del Sur muy (¿o demasiado?) ligada a la economía de China, la caída de cotización del petróleo bruto, principal recurso nacional y de exportación ecuatoriano, la revalorización del dólar americano (moneda oficial de Ecuador desde el año 2000) y el seísmo del 16 de abril de 2016 en las regiones de Esmeraldas y Manabí (663 muertos, 80.000 desplazados y un esfuerzo de reconstrucción evaluado en 3.300 millones de dólares) pesan sobre el país andino.
El gobierno estima en -1,7 % la regresión del PIB en 2016. La ralentización del esfuerzo social y impopulares medidas fiscales están relacionadas.
Lenín Moreno encarna un cambio en la continuidad
Para conservar la presidencia del país y su mayoría absoluta parlamentaria en la Asamblea Nacional, Alianza País apuesta por Lenín Moreno, delfín de Rafael Correa, al que secundó en la vicepresidencia de Ecuador hasta 2013.
Enviado especial de las Naciones Unidas sobre Discapacidad y Accesibilidad de 2013 a 2016, él mismo parcialmente paralizado y desplazándose en una silla de ruedas, Moreno y su capacidad reconocida de diálogo encarnan un cambio en la continuidad.
Sus iniciativas en favor “de los más olvidados entre los olvidados” le ha valido una gran popularidad en Ecuador y el reconocimiento internacional de diversos países latinoamericanos que él inspiró. Como Correa, estima que la economía debe servir al ser humano antes que al poder financiero.
A la cabeza de los sondeos, Lenín Moreno no tiene sin embargo asegurado ganar una probable segunda vuelta que podría unir a la mayor parte de los electores de otros siete candidatos, especialmente los del ex-banquero Guillermo Lasso y de la socialcristiana Cynthia Viteri, los dos de derecha.
Los últimos sondeos, publicados en la fecha límite autorizada del 8 de febrero, sitúan a Moreno en una horquilla que va del 28,5 % al 43 % de las intenciones de voto. Es seguido por Lasso (16 al 21,3 %) y Viteri (13,7 a 20,2 %).
Para ser elegido en un primer turno, un candidato a la presidencia debe conseguir la mayoría absoluta de los sufragios válidos o alcanzar el umbral del 40 % de los votos, con una ventaja de al menos diez puntos sobre el adversario más próximo. El segundo turno eventual está fijado para el 2 de abril.
Lucha contra la corrupción
Todos los candidatos a la presidencia prometen crear cientos de miles de empleos y erradicar la pobreza. La lucha contra la corrupción ha sido también uno de los temas principales de la campaña electoral. Ecuador es uno de los once países latinoamericanos citados por la administración estadounidense como receptores de sobornos entregados por la empresa brasileña de obras públicas Odebrecht. El escándalo salpica en diversos grados a la presidencia en Panamá, en Colombia, en Perú y en República Dominicana.
Candidato a su propia sucesión a la vicepresidencia de Ecuador por Alianza País, Jorge Glas niega estar implicado, como pretenden opositores, en la corrupción destapada en el seno de la empresa pública Petroecuador. Según Rafael Correa, esta utilización de la corrupción se inscribiría en una campaña tendente a desacreditar al gobierno.
Y el pasado 28 de enero en Barcelona (España), Correa invitaba a sus compatriotas a “no olvidar” que fue la corrupción de banqueros apoyados por un gobierno socialcristiano que forzó al exilio a tres millones de ecuatorianos tras la crisis financiera de 1999. “Que los sepultureros del país no se presenten ahora como los resucitadores” añadía, apuntando implícitamente a Guillermo Lasso y Cynthia Viteri.
A destacar que en el marco de la lucha anticorrupción, las elecciones del 19 de febrero serán acompañadas de una consulta popular proponiendo prohibir a los elegidos y otros servidores públicos poseer bienes o capitales en paraísos fiscales.
En cuanto a la entrada de
Donald Trump en la Casa Blanca, Correa lamente la tibieza de la que hizo prueba a finales de enero en la
última cumbre de la Celac (Comunidad de Estados latinoamericanos y caribeños) una América Latina incapaz de erigirse en un frente común contra las medidas antiinmigración del nuevo presidente estadounidense.