MADRID / BARCELONA, 17 septiembre 2015 (LatinReporters.com) - Las elecciones del 27 de septiembre en Cataluña están legalmente destinadas a renovar los 135 diputados del Parlamento regional, pero el presidente catalán, Artur Mas, las presenta como un plebiscito en favor o contra la independencia de esta rica región de España (7,5 millones de habitantes y 20 % del PIB español).
El partido de Artur Mas, Convergencia Democrática de Cataluña (CDC, conservador), ha formado una lista unitaria, Junts pel Sí (Juntos por el Sí), con la segunda fuerza política catalana, Esquerra Republicana (ERC, izquierda), e influyentes asociaciones nacionalistas.
Según los sondeos, el pequeño partido anticapitalista CUP (Candidatura de Unidad Popular), independentista también, debería dar a este bloque separatista un empuje suficiente para conseguir una mayoría absoluta en escaños, pero no necesariamente en votos.
Sin entrar aquí en las raíces históricas del nacionalismo catalán, es preciso subrayar su reciente radicalización. Ésta se explica por la asfixia, primero por el Tribunal Constitucional, y después por la actual derecha gubernamental española, de esperanzas estimuladas de manera mal medida por el poder socialista durante la primera legislatura (2004-2008) de José Luis Rodríguez Zapatero.
Entonces en la oposición, el Partido Popular (PP, derecha) de Mariano Rajoy luchó para enmendar el estatuto de autonomía ampliado otorgado a Cataluña en 2006, logrando su objetivo en 2010, cuando el Tribunal Constitucional anuló parcialmente este Estatuto. El Tribunal mutiló el concepto de nación, la hegemonía de la lengua catalana, la autonomía del poder judicial regional y prerrogativas financieras y fiscales de Cataluña.
La crisis económica y las mediocres relaciones con el poder central, en manos del PP desde diciembre de 2011, contribuyeron a su vez al giro del nacionalismo hacia el independentismo.
En este contexto, contemplamos los escenarios posibles en función del resultado del voto del 27 de septiembre.
1. Derrota del independentismo
Esta derrota estaría consagrada de no obtener los partidarios de la secesión ninguna mayoría absoluta, ni en votos ni en escaños en el Parlamento catalán.
A tres meses de las elecciones legislativas nacionales, este resultado reforzaría en particular al Partido Popular gubernamental de Mariano Rajoy, aunque los otros partidos nacionales españoles se oponen también, pero sin estar unidos, a Artur Mas.
La armonización de las relaciones entre Madrid y Barcelona, la capital catalana, seguiría siendo un desafío a afrontar, puesto que, incluso sin mayoría absoluta, el bloque independentista sería sin duda la fuerza dominante en el Parlamento regional.
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Mensaje televisado del presidente catalán Artur Mas el 11 del septiembre de 2015, día de la Diada. Dijo a los catalanes que su voto del 27 de septiembre será “la fuerza que marcará el futuro” de la región. (Foto www.president.cat) |
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2. Victoria y derrota simultáneas del independentismo
Es posible, según los sondeos, que la opción separatista obtenga el 27 de septiembre una mayoría absoluta en escaños en el Parlamento catalán, pero que este resultado no sea reforzado por una mayoría absoluta en votos.
Se trataría de una victoria y de una derrota simultáneas del independentismo, la derrota en votos ciudadanos siendo sin duda más grave, ateniéndose a los principios democráticos elementales, que una derrota improbable en escaños.
Sin embargo, el presidente catalán Artur Mas y sus aliados secesionistas han afirmado en varias ocasiones que esta situación no les disuadiría de mantener una hoja de ruta que prevé la independencia de Cataluña en un plazo máximo de 18 meses.
Pero, minoritario en votos, el proyecto independentista sufriría de una falta de legitimidad que alimentaría la desconsideración internacional, la firmeza de Madrid para preservar a cualquier precio la unidad de España y las dudas de los catalanes sobre lo bien fundado de una secesión.
El gobierno de Mariano Rajoy debera medir, en ese caso como en cualquier otro, el grado de su intervención, evitando sobre todo operaciones armadas susceptibles de sacudir la opinión pública internacional y ampliar la base popular del independentismo.
La Asamblea Nacional Catalana, organización que sirve de catalizador del separatismo, ha evocado la desobediencia civil para oponerse al mantenimiento forzoso de los lazos políticos y jurídicos con España. El riesgo de disturbios, puntuales o múltiples, no podría excluirse.
3. Victoria del independentismo
Una verdadera victoria de los independentistas derivaría de su mayoría absoluta tanto en votos como en escaños en el escrutinio del 27 de septiembre.
Ajustada (51%) o amplia (a partir del 60 %) esta doble mayoría absoluta suscitaría apreciaciones y consecuencias diversas tanto en Madrid como en el tablero internacional, pero también aseguraría la legitimidad – no la legalidad – del separatismo catalán.
La respuesta de Madrid a un eventual éxito electoral secesionista podría revestir cuatro formas distintas. Las dos últimas (c / y d /) son las menos probables.
a / Observación estricta de la legalidad constitucional española, la cual no puede endosar el carácter plebiscitario que los independentistas han conferido a las elecciones catalanas, cuyo objetivo legal se limita a la elección al Parlamento regional. El choque frontal entre Barcelona y Madrid sería entonces inevitable y sus consecuencias imprevisibles.
b / Oferta a Cataluña de una autonomía más amplia, sobre todo en materia fiscal, a cambio de la renuncia a un secesión gravada con incertidumbres económicas.
c / Constatación resignada de la voluntad independentista mayoritaria de los catalanes, pero rechazo a negociar las modalidades de una secesión considerada como un acto ilegal desembocando de hecho, según Mariano Rajoy, Angela Merkel, David Cameron y la Comisión de Bruselas, en la salida de Cataluña de la Unión Europea.
d / Aceptaciòn de la concretización de la independencia catalana en los dieciocho meses posteriores al escrutinio del 27 de septiembre. Madrid y Barcelona negociarían las modalidades de la secesión a fin de minimizar la parte negativa, tanto para España como para Cataluña, de sus consecuencias políticas, económicas y sociales.
Esta última hipótesis, la menos probable teniendo en cuenta el radical nacionalismo español de Mariano Rajoy y de su Partido Popular, permitiría tal vez la permanencia, sin discontinuidad, de Cataluña en la Unión Europea y la zona euro.
Tanto para Madrid como para Barcelona, el coste económico de la secesión catalana se reduciría entonces substancialmente. El verdadero precio para España sería el golpe dado a su proyección internacional y la amargura duradera en amplios sectores de la sociedad española.
Por último,
si en las legislativas del próximo diciembre el Partido Popular de Mariano Rajoy perdiese el poder en beneficio de una coalición de izquierda, como lo ha perdido en numerosas ciudades y regiones en las elecciones locales del pasado mayo, la dinámica de las relaciones entre Madrid y Cataluña se abriría más al diálogo.