Madrid, 3 de septiembre de 2017 - El fundamentalismo islámico como arma geopolítica fue una idea trazada en Occidente desde las asépticas estancias de un think tank y que una vez desatada se ha vuelto incontrolable.
Desde que Estados Unidos lanzó la
Operación Ciclón en 1979 contra el gobierno socialista de Afganistán apoyado por la URSS, la cual consistió en armar y fomentar el fundamentalismo islámico para desatar una mal llamada guerra civil, el modus operandi de llevar este escenario a países árabes que fueran renuentes a entrar en la órbita de los intereses occidentales ha sido desastroso.
Fundamentalmente por la destrucción y mortandad sobre el terreno, pero también, desde una óptica europea, por acabar con gobiernos que, aún dictatoriales, ponían freno al integrismo.
El ISIS no ha surgido de la nada, sino de un proceso de descomposición en Irak, Siria y Libia que ha permitido al fanatismo islamista echar raíces tanto en esos países como en Europa, por el retorno de combatientes así como por la creación de un sofisticado sistema de propaganda y captación que cuenta en internet y en los canales de mensajería con un inesperado aliado.
La ficción de la última defensa frente a la barbarie
El panorama es desolador y complejo pero la lectura es sencilla: desestabilizar zonas cercanas azuzando el integrismo religioso ha sido una idea nefasta para Europa. El último objetivo de la ficción de seguridad, que ya se tambalea, es exonerar a los gobiernos occidentales situándoles antes sus ciudadanos como la última defensa frente a la barbarie, y no precisamente como los incitadores de la misma, con la inestimable colaboración de sus aliados, las dictaduras wahabitas del Golfo.
Sólo una lectura parcial, torpe o interesada puede situar esta exposición de hechos y certezas en la justificación del terrorismo del ISIS.
La población occidental es posible que haya vivido de espaldas al mundo y a la geopolítica suicida de sus gobernantes (siempre espoleados por los intereses de las élites económicas) pero eso no la hace responsable de estos hechos ni mucho menos merecedora de recibir esta violencia.
Tampoco justifica a los terroristas, que se presentan como liberadores contra los ejércitos cruzados cuando la realidad es que su batalla ha sido y es contra los ejércitos sirio e iraquí (entre otros), es decir, contra musulmanes considerados impíos desde su integrismo.
No hace tanto, los grandes medios nos vendieron a estos fanáticos como rebeldes que luchaban por la democracia cuando ya andaban decapitando, las hemerotecas están ahí y una vez más hieden.
El fundamentalismo islámico como arma geopolítica fue una idea que alguien trazó desde las asépticas estancias de un think tank y que una vez desatada se ha vuelto incontrolable, llevando la muerte a medio mundo.
[Nota de LatinReporters.com – El apoyo casi incondicional de Estados Unidos y otros países occidentales a Tel Aviv en el conflicto israelo-palestino fue también y sigue siendo un abono, tal vez el más denso, del terrorismo islámico].
El problema ya no es acabar con el ISIS como califato entre Siria e Irak, eso sucederá tarde o temprano, sino que el ISIS como idea ya circula imparable en el imaginario de algunos musulmanes.
Es también esencial entender que el terrorismo yihadista no afecta lo más mínimo a la estructura de poder entre clases ni tampoco al equilibrio de poder imperialista, por el contrario, lo hace más fuerte.
Cuanto más miedo, más orden, más orden de un tipo determinado, justo el que nos ha traído hasta aquí.