MADRID, 19 de marzo de 2015 (LatinReporters.com) – Que Merkel, Juncker, Draghi y Lagarde se abrochen el cinturón de seguridad. Cuarta economía de la zona euro, España, cuyo PIB vale seis veces el de Grecia, inicia este 22 de marzo en Andalucía un maratón electoral arriesgado.
Cuatro llamadas sucesivas a las urnas podrían efectivamente conducir, a finales de 2015, a la caída de Mariano Rajoy, símbolo ibérico de la extrema derecha económica dominante en Europa gracias a la crisis.
Extrema derecha económica, por estar muy preocupada por las cotizaciones bursátiles, la prima de riesgo y la impermeabilidad de sus redes de corrupción, pero nada por el sufrimiento de poblaciones convertidas en conejillos de Indias de una austeridad ultraliberal.
Esta austeridad, que permite por fin al capital barrer este inoportuno bienestar social hasta hace poco joya del modelo europeo, ¿es impuesta más por ideología que por una voluntad de resolver una crisis que enriquece a muchos que la han provocado?
Es,entre otras, a esta pregunta implícita que van a contestar los electores en España. Y, según la mayoría de los sondeos, la renovación este domingo del Parlamento regional andaluz, así como también las municipales y las regionales múltiples del 24 de mayo, las elecciones catalanas el 27 de septiembre y las legislativas de fin de año contribuirían cada una al derrumbe del Partido Popular (PP, derecha) de Mariano Rajoy, jefe del gobierno desde diciembre de 2011.
El Partido Socialista Obrero Español (PSOE, socialdemócrata) descendería también a nivel nacional. Aunque gane como previsto las elecciones en Andalucía, su ciudadela desde el fin de la dictadura de Franco, ello no retrasaría el ocaso del bipartidismo PSOE-PP, dominante en España durante las últimas cuatro décadas.
Ascensión de Podemos
Todos los sondeos pronostican el ascenso de la nueva izquierda encarnada por el partido Podemos. Nacido hace apenas 14 meses en la senda del movimiento de los indignados, aliado de Syriza, la izquierda gubernamental griega, y perfumado con un chavismo caribeño, pero sin matiz autoritario, Podemos se estrenaba en las urnas en las europeas de mayo de 2014, recogiendo el 7,97% de los sufragios españoles y 5 eurodiputados.
Este domingo en Andalucía, la región más poblada de España con 8,4 millones de habitantes, esta nueva izquierda antiausteridad y anticorrupción afronta por primera vez un escrutinio regional. Las encuestas la acreditan en promedio un 15% de los votos y 16 de los 109 escaños en juego. Una resultado suficiente para apoyar, en su caso, a la mayoría solamente relativa que obtendrían los socialistas liderados por la presidenta andaluza, Susana Díaz.
Pero para las legislativas de finales de 2015, Podemos cabalga desde el pasado octubre en cabeza de casi la mitad de los sondeos, con un techo de hasta el 31,9% de los sufragios. Ahí también, se necesitarán alianzas o coaliciones para gobernar en este caso España.
Andalucía servirá de laboratorio para aclarar el sentido y las consecuencias de estos acercamientos obligados por el fin del bipartidismo. La tabla de salvación de Mariano Rajoy sería una gran coalición PP-PSOE, equivalente a la formada en Alemania por su aliada ideológica Angela Merkel. Los grandes empresarios españoles la apoyarían.
Como Syriza en Grecia, Podemos desea la "reestructuración de la deuda". Su secretario general, Pablo Iglesias, joven profesor de ciencias políticas de 36 años convertido en eurodiputado, pide la aplicación de un artículo olvidado de la Constitución Española, el artículo 128. Este proclama que "Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuera su titularidad está subordinada al interés general".
Si Podemos reduce la audiencia de los socialistas, asociados también a la austeridad y la corrupción, el partido Ciudadanos, de origen catalán pero antinacionalista, atrae por su parte a electores del PP de Mariano Rajoy presentándose ahora en toda España.
Ciudadanos personifica una nueva derecha, sin olor de corrupción ni de sacristía. Este partido dirigido por Albert Rivera, de 35 años, entraría también en las transacciones parlamentarias resultantes del fin del bipartidismo.
